13 de febrero de 2024
Uno de los parámetros clave para evaluar la toxicidad de un efluente de agua residual es la Demanda Química de Oxígeno (DQO). En términos generales, la DQO representa la cantidad de oxígeno requerida para oxidar toda la materia orgánica y oxidable presente en el agua residual.
Controlar este indicador es fundamental dentro de las normativas para el tratamiento y la descarga de aguas residuales. El objetivo primordial es reducir la DQO mediante diversos métodos de tratamiento.
Es crucial lograr la disminución de este indicador, ya que las aguas residuales domésticas e industriales con concentraciones elevadas de contaminantes, por encima de los límites permitidos, representan un problema grave que afecta al medio ambiente y puede suponer un riesgo para la salud humana y la vida silvestre.
Dentro de los tratamientos fisicoquímicos para reducir los niveles de materia orgánica no biodegradable, se encuentran los procesos de coagulación y floculación. Estos procesos buscan formar flóculos de materia orgánica mediante la desestabilización de las cargas orgánicas presentes en ella. Los flóculos resultantes pueden filtrarse o sedimentarse fácilmente. Además, los reactores de aireación complementan este proceso, permitiendo una mejor oxidación.
El tratamiento con ozono es altamente efectivo para oxidar la materia orgánica. Debido a su excepcional capacidad oxidante, el ozono es una opción eficaz para reducir tanto la DQO como la DBO (Demanda Biológica de Oxígeno). Además de disminuir la carga orgánica en las aguas residuales, este tratamiento elimina olores, colores y desinfecta por completo los microorganismos presentes.
Similar al proceso de coagulación, la electrocoagulación utiliza energía eléctrica para desestabilizar los coloides presentes en el agua. En este proceso, la desestabilización se logra a través de la introducción de un metal. Los compuestos generados por la disolución de un ánodo agrupan la materia coloidal presente en las aguas residuales, permitiendo su separación mediante técnicas convencionales. A medida que avanza el tratamiento, los ánodos se consumen y eventualmente requieren ser reemplazados. Este proceso resulta en la eliminación efectiva de sólidos en suspensión, metales pesados, aceites y grasas, fenoles, coloides, así como virus, bacterias y microorganismos.
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