18 de enero de 2024
Como su nombre sugiere, los sistemas de filtración empleados en el tratamiento de agua requieren mantenimiento periódico. El retrolavado, también conocido como lavado a contracorriente, destaca como el proceso de mantenimiento más crucial para garantizar el óptimo funcionamiento de una cama con medio granular, como filtros de arena, carbón activado, zeolita, entre otros.
Normalmente, en un sistema de filtración, el agua entra desde la parte superior del sistema hacia abajo, permitiendo que el líquido filtrado ascienda para separarse de los contaminantes retenidos. Sin embargo, durante la limpieza mediante retrolavado, el flujo es inverso, ascendiendo desde la parte inferior para así limpiar los filtros.
En otras palabras, el flujo de agua ingresa por la parte inferior del lecho filtrante para levantarlo y enjuagarlo. Finalmente, el flujo sale por la parte superior del tanque. Este proceso es esencial para mantener la eficacia del sistema de filtración y asegurar la calidad continua del agua tratada.
Se pueden identificar varios tipos de retrolavado, entre ellos:
1. Semiconsistente: Se realiza bombeando agua clarificada desde la parte inferior del filtro y succionándola desde la parte superior con un dispositivo adicional, como una bomba.
2. Continuo: En este caso, el agua entra por la parte inferior del tanque, y los sólidos presentes son expulsados hacia afuera a medida que el agua fluye hacia el extremo superior.
Es crucial destacar que, si el proceso de retrolavado no se dirige adecuadamente, puede resultar potencialmente destructivo para la cama del filtro, provocando pérdida o desgaste que culminará en su degradación.
Asimismo, una aplicación excesiva puede dañar el filtro, permitiendo el paso de patógenos al ponerse en funcionamiento. Por otro lado, un retrolavado demasiado breve podría dejar una cantidad considerable de sólidos en el filtro, generando sedimentación. La correcta implementación del retrolavado es esencial para mantener la integridad y eficiencia del sistema de filtración.
El proceso de retrolavado sigue una secuencia específica para garantizar la eficacia del sistema de filtración. En primer lugar, se realiza un prelavado con aire para preparar el medio filtrante. Luego, se aplica el retrolavado con las intensidades, niveles y duración adecuados, seguido de un lavado manual que elimina la acumulación de lodo.
Posteriormente, se lleva a cabo una inspección visual de la superficie como parte del proceso de mantenimiento. Cabe destacar que existen sistemas automatizados que programan el retrolavado con las especificaciones exactas requeridas.
El proceso de retrolavado ofrece la capacidad de eliminar varios elementos, incluyendo sólidos retenidos entre los gránulos del medio filtrante, la biomasa excesiva (bacterias) generada en los filtros de carbón activado, y evita la petrificación del filtro causada por sustancias como el carbonato de calcio presentes en el agua.
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